Feeling sobre la innovación

Todo estudio de mercado parte de una pregunta fundamental que la innovación no puede responder: ¿Existe ya un mercado para este producto? Todas las decisiones de cara a empujar nuevas inversiones deben ir acompañadas de números, cifras que indiquen qué cantidades de dinero se manejan tanto a nivel nacional como mundial, quiénes son los clientes principales en este mercado, qué ofrece la competencia y finalmente, cuál es la inversión que se debe realizar para entrar en ese mercado de la manera más eficaz y competitiva posible.


En tiempos de crisis, estas cifras son las únicas que convencen y cuanto más altas sean, más justifican la inversión a realizar. Efectivamente, un mercado ya existente, brinda la oportunidad de poder analizarlo exhaustivamente y, si ese mercado vende un producto que la empresa conoce, facilita aún más su estudio. La inversión entonces, tendrá como principal objetivo tratar de convertir el producto en lo mejor que existe en el mercado dentro de su campo, planteando una reingería del proceso de producción existente para ser precisamente el más barato, el más rápido y capaz de ofrecer un producto de la máxima calidad.


La realidad actual sólo permite dos posibilidades para poder competir con un mundo cada vez más globalizado: O la empresa trata de actualizarse tecnológicamente con los últimos avances para tener un producto competitivo (siempre acompañado de una calidad en la gestión basada exclusivamente en una mejora continua), o trata de innovar irrumpiendo en el mercado con productos que nadie fabrica hasta el momento. Cada una de estas ideas conlleva una serie de apuestas que implican mucho riesgo y, en tiempos de crisis estas decisiones son las más difíciles de tomar, porque el dinero se mira con lupa y el tiempo siempre juega en contra.


Una reingeniería, tal y como se ha comentado anteriormente, se traduce en procesos muy automatizados siempre encaminados a reducir costes. Estos procesos, implican inversiones muy elevadas al principio, pero aportan precisión, rapidez, versatilidad y calidad a un producto que no podía ser así hasta ese momento. Si la inversión se ha enfocado adecuadamente, el periodo de amortización de la inversión inicial será relativamente corto, porque la reducción de costes cubrirá de partida una parte importante del total y los beneficios llegarán pronto. Obviamente, estas medidas necesarias e inevitables en este mundo industrial actual, repercuten directamente en costes de mano de obra, ya que una máquina o un proceso automático sustituye a más de un trabajador en la línea de producción.


La innovación, en cambio, es un proceso con un fondo diferente, aunque debe ser complementaria al proceso productivo de la empresa. Para que la innovación exista en cualquier negocio, el producto que éste fabrica con anterioridad, debe venderse para poder afrontar los gastos que implica pero es una inversión fundamental para mantenerse en pie en el futuro. De ahí que la innovación deba ser compatible con una reingeniería. A diferencia de una reingeniería donde las inversiones se basan en cifras más reales y con resultados a plazos más cortos, la innovación significa una inversión a medio o largo plazo y las empresas deben ser conscientes de que es un concepto nacido por y para afrontar épocas de crisis y que es la palabra más escuchada, porque realmente funciona.


El fondo, es diferente porque abre nuevas puertas de negocio, lo que supone nuevas vías de trabajo y contribuye, por tanto, a la creación de nuevos puestos de trabajo. La dificultad es precisamente eso, abrir algo totalmente nuevo, invertir en una idea de producto todavía desconocido por el mercado donde las cifras que se barajan son “estimaciones”, donde su utilidad y su éxito se basa en feelings de clientes y donde el plazo es una incógnita. No nos equivoquemos, una idea sólo se convierte en una innovación si se apuesta por ella, si se acepta el riesgo de ponerlo en el mercado y ser capaces de esperar a que el mercado lo acepte, porque toda idea ha pasado por este proceso y, al igual que en todo producto, el cliente es y será el que tiene la última palabra.

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